Hace ya cinco años el movimiento independentista vasco abrió un profundo debate sin precedentes que concluyó con una apuesta inequívoca por vías exclusivamente pacíficas y democráticas, renunciando a la violencia en su reclamación del respeto a la autodeterminación del País Vasco, y con una disposición nítida a cerrar totalmente, por medio de la palabra y el diálogo, el largo conflicto violento que ha asolado la región desde hace décadas.
En octubre de 2011, ETA respondía positivamente al llamamiento realizado desde la Conferencia Internacional de Aiete (San Sebastián) que le demandaba el cese definitivo de su actividad armada de más de 50 años y la apertura de un proceso de diálogo.
El Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu señaló a Arnaldo Otegi, en su día portavoz de Batasuna y hoy secretario general de Sortu, como “el líder de este proceso de paz”. Efectivamente, Otegi fue el dirigente más destacado entre aquellos que propiciaron en las fuerzas independentistas el debate sobre la necesidad de apostar por la palabra para solucionar todo conflicto. Su apuesta por vías exclusivamente pacíficas y democráticas fue respondida con su arresto, en octubre de 2009, y con su posterior condena a más de seis años y medio de prisión por pertenecer a la organización política Batasuna, ilegalizada previamente por el Gobierno español.
Desgraciadamente, el fin de la actividad armada de ETA, que ha mostrado su disposición a un proceso de desarme y de diálogo y reconciliación que tenga en cuenta el dolor de todas las víctimas, no ha traído consigo todavía respuesta positiva alguna por parte del Estado español.
Arnaldo Otegi, cuyo caso ha sido recurrido ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, se encuentra en una prisión española alejado de sus familiares y amigos. Así están también cerca de 500 presos vascos relacionados con este conflicto. Dispersados en prisiones lejanas al País Vasco, frecuentemente incomunicados, esta realidad provoca, además, un castigo añadido a sus familiares, abocados a recorrer largas distancias para poder visitarlos.
Ante esto, pedimos la libertad inmediata del hombre que supo arriesgar por la paz y la democracia, de quien apostó por la palabra cuando parecía que nadie lo haría. Su liberación y el final de la política de alejamiento, como paso previo a la excarcelación temprana de los presos vascos, son pasos necesarios para poder alcanzar una paz justa y duradera en la región.
Por humanidad. Por justicia. Porque creemos en una solución sin vencedores ni vencidos. Porque apostamos por la paz. Por eso pedimos libertad para Arnaldo Otegi y el traslado de los presos al País Vasco.